
Desde pequeño aprendí tu nombre,
tal vez en esos años, de atisbaba cerca.
Y crecí buscándote,
pensándote,
sobre todo, entendiéndote.
Todo lo que llegaba a mi
sobre tu asombrosa y misteriosa existencia
lo extraía, lo guardaba;
iba juntando tus tesoros,
pedacito a pedacito.
Una lección aprendida.
Y siempre he cantado tus albricias,
aunque bien,
yo no te conocía
Muchas veces te percibí cerca
me rondaste tantas veces,
Y hoy, sin lugar a dudas,
al fin, creo que llegaste.
Te mirado a la cara, Felicidad;
descubrí como son tus ojos,
confirme que siempre sonríes,
aunque de emoción
me hagas llorar.
Tienes rostro humano,
no estaba convencido,
tienes manos que tocan y acarician,
tienes voz,
esa suave melodía
que encandila y rejuvenece.
Hoy te busque desesperado
cuando intuí tu rostro,
estabas conmigo
y te llame ¡Dicha!
no estabas en el palacio
ni en un lugar concreto
sino en todos
y es tuyo el momento, el hoy.
Hoy lloré felicidad, al verte,
de comprobar irremediable tu presencia
el corazón no para de dar sobresaltos
la vida se llena de colores.
Se que eres tú
porque no me importa el mañana.
Y sé que todo mi recorrido
me llevaba hacia ti.
Cuántas pistas, cuántas tramas
cuánta vida, cuánto llanto.
Ahora todo está tan claro
venias por mi.
Si me pongo a pensar lo estropeo,
pero me nace la pregunta y el deseo
que quizás morir prefiero
porque eras tú, ... mi meta.
Yo mismo me sorprendo
haciendo mis maletas,
vendiendo todo lo que tengo.
No no, ya nada tengo
ni nada quiero.
Me sedujiste y me llevaste a ti.
Cómo podría haber vida sin ti.
Como un condenado espero
seguro que no eres para mi por mucho tiempo;
pero enseguida me rebelo
por qué lo bueno no puede ser eterno.
Hoy te canto felicidad de rostro humano.
Sabía que no podías ser de otra forma.
que vendrías sonriendo.
Si te tienes que marchar lo acepto,
porque ya te he tocado con mis dedos.
Memoria no seas, ingrata,
sé mi aliada en lo que queda,
que no me aparte de estos días,
que agradezca la inmensidad cada día.
que tanta dicha recibida,
sea ya para siempre mi energía.

Felicidad no te llamas alegría,
ni existes sólo en la fantasía;
tu verdadero nombre es amor
y mis ojos y mis manos,
mi corazón
y también mi mente
ahora ya los tienes rendidos,
redimidos,
entregados.